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lunes, 6 de enero de 2014

19. EL FRACASO DEL LEGALISMO

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El Fracaso del Legalismo

¿Santificación o legalismo?

Como podemos ver semana tras semana, estamos en un lugar muy importante en las Sagradas Escrituras. Aquí, en buena medida, se deciden todas las cuestiones acerca de la justificación por la fe. Y entonces, aquí se deciden buena parte de las cuestiones acerca de la Reforma protestante del siglo XVI. Aquí se decide a dónde está la verdad y a dónde está el error. La verdad de la Biblia no es doble, ni triple, ni cuádruple. La verdad de la Biblia es una y la enseñanza de este pasaje es una. Sólo uno, por tanto, tiene razón, y la parte que está en el error lo tendría que reconocer de una vez, tendría que darse por vencida. Tendría que venir a la verdad de la Palabra y abrazarla para no volverla a dejar nunca más. Y, como estamos viendo, no tendríamos que nosotros, los que decimos que el hombre es justificado por la sola fe, ir a ellos, sean estos del tipo que sean; más bien tienen que ser ellos los que tienen que venir a nosotros, y darse por vencidos ya para siempre.
Nuestra afirmación está fundada sobre la autoridad de la Palabra de Dios. Las afirmaciones de ellos, fundadas sobre la arena; es decir, sobre la autoridad de los hombres y la de sus propios razonamientos, llenos de viento. Ellos han dejado el “Así ha dicho el Señor”, por el “Así debería decir el Señor”. Sí, en su arrogancia sin límites ellos llegan a corregir la enseñanza clara de la Escritura para intentar imponer sobre ella sus propias opiniones. Y lo que es peor, intentar maquillar todo esto para hacer creer a todos que lo que dicen es lo que enseña la Escritura. No son siervos del Señor los que tuercen así las Escrituras. A muchos simples engañan, y aunque puedan hacerlo a la mayoría del mundo, a los elegidos de Dios no lo harán. A todos los que han sido enseñados por el Señor, ellos no podrán engañar nunca, por muchas sutilezas que ellos empleen.
Los dos campos, pues, deberían estar bien claros y bien delimitados. Los unos y los otros, en sus terrenos. Por supuesto, los que han caído en el error deberían venir y entregar sus insignias, sus estandartes y sus armas, y rendirse. Deberían apartarse de sus errores para recibir verdaderamente la Palabra de Dios. Ahora bien, una vez más, para que eso ocurra los dos campos deberían estar bien delimitados y sus posiciones claras y bien marcadas. ¿Y es esto lo que ocurre? Por parte de ellos, y me refiero claro está a la Iglesia papista, por supuesto que sí. Ellos no han variado ni un milímetro su posición inicial de hace cinco siglos atrás. Ya no lanzan anatemas (los lanzaron en su día), ya no sublevan al pueblo en contra de los protestantes y lanzan persecuciones. Ya se muestran hasta amables con nosotros.
Ahora bien, por parte nuestra esto no está tan claro. Como creo que se está viendo estas últimas semanas, resulta que gran parte, sino la mayoría de los que dicen ser evangélicos tienen una posición en este pasaje que muy poco se diferencia de la de la Iglesia papista. No hablan de méritos, pero piensan en términos de méritos. Dirán que no creen en la salvación por obras, pero ellos piensan en la fe –por no hablar del arrepentimiento– como si fuera una obra que uno puede y debe hacer para ser salvo. Ellos han dejado también la enseñanza original de la Reforma, para acercarse (sin darse ellos cuenta de ello, de acuerdo, pero acercarse al fin y al cabo) a la Iglesia papista que rechazó la
enseñanza de la Palabra de Dios sobre la justificación por la fe. ¿Y nos puede ir bien por ello?
El problema es que entre nosotros los evangélicos, como en la Iglesia de los Gálatas, se ha introducido un espíritu, que es el que nos está llevando a la deriva. Es el espíritu que nos está seduciendo. Y éste es el espíritu del legalismo. Creo que el inicio de este espíritu del legalismo en el creyente es pensar que la ley, como tal y por sí misma, lo que algunos llaman “la ley desnuda”, presentada aparte del evangelio, contribuye en algo en nuestra santificación como creyentes, o que somos santificados por ella y por su virtud o poder. Que tiene algún papel en ello, esto nadie lo duda, puesto que la ley nos presenta la voluntad de Dios y el conformarnos cada vez más a esta voluntad ,la ley es perfecta y es una herramienta que nos lleva a conocer la voluntad de Dios en nuestras vidas, así que la ley es una guía para llegar a la madurez, la ley no es mala, es santa y como tal nos ayuda a guiarnos a la verdadera santidad que Dios desea, en esto consiste nuestra santificación. El problema es si la ley, aparte de la motivación y el poder del evangelio, puede conseguirlo en nosotros. Este es, pues, el origen del legalismo, y es esto lo que vemos incluso en las páginas del Nuevo Testamento, puesto que es lo que aparece en Gálatas 3:3, cuando Pablo dice: “¿Tan necios sois?  ¿Habiendo comenzado por el Espíritu,  ahora vais a acabar por la carne?”
La ineficacia de la ley, por sí misma, para obrar nuestra santificación, es lo que tratará el apóstol Pablo en esta misma carta a los Romanos, en el capítulo 7. Aquí, por otra parte, en todo este capítulo 4 de Romanos, no está tratando tanto de la santificación, sino más bien de la justificación. Ante los legalistas, principalmente judíos, está presentando el ejemplo de Abraham, que tan importante era para todos los de la nación judía. En todo este capítulo, pues, Pablo demuestra que no es por la carne, que no es por la ley, por lo que Pablo fue justificado, sino por la ley de la fe, por la justicia de Dios, la justicia de Cristo que nos es imputada a los creyentes. Ahora, en nuestro texto de hoy (los versículos del 13 al 16 de Romanos 4) Pablo demuestra que la ley es ineficaz para producir la justificación. Es algo que no puede ser.
Ambas ideas, la de la ley para santificarnos como la de la ley para justificarnos, están muy relacionadas. En esto consiste la seducción del legalismo. Se comienza pensando en la ley por sí misma para santificarnos e indudablemente se acaba pensando en ella también para justificarnos. Es apropiado, pues, considerar esta enseñanza del apóstol acerca de la ley y la justificación, Pablo, para desechar por completo esta idea, para ver que adónde conduce esta seducción, que es completamente vana e ineficaz para con Dios.
El apóstol Pablo en estos versículos está presentando dos argumentos para apoyar toda su enseñanza, que Pablo fue justificado por fe sin obras, es decir, sólo por la fe. El primer argumento nos lo encontramos en el versículo 13, hablando de las promesas dadas a Abraham, cuando dice: “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.” ¿Vemos? Hay un contraste entre la ley y la promesa. No es que sean dos contrarios perfectos, pero vemos que la ley no consigue que se realice la promesa.

Aquí el apóstol está siguiendo el mismo argumento que nos encontramos en el cap. 3, vv. 15-18. Leemos:
“Hermanos,  hablo en términos humanos: Un pacto,  aunque sea de hombre,  una vez ratificado,  nadie lo invalida,  ni le añade. Ahora bien,  a Abraham fueron hechas las promesas,  y a su simiente.  No dice: Y a las simientes,  como si hablase de muchos,  sino como de uno: Y a tu simiente,  la cual es Cristo. Esto,  pues,  digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo,  la ley que vino cuatrocientos treinta años después,  no lo abroga,  para invalidar la promesa. Porque si la herencia es por la ley,  ya no es por la promesa;  pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa”

El parecido del vers. 18 con Rom. 4:13 es claro y nos ayuda a pensar que Pablo está pensando en la misma idea. Los parecidos no significan que todos los detalles sean los mismos, pues en Gálatas, la “simiente” es claramente Cristo (vs. 16). Dios el Padre dio las promesas del pacto a su Hijo Jesucristo. Entre el Padre y el Hijo se estableció, pues, un pacto. Existe una base bíblica innegable para hablar del Pacto eterno de salvación entre las personas de la Trinidad.
Pero, por otra parte, aquí en Romanos 4:13, la simiente de Abraham es claramente su descendencia física, el pueblo de Israel e incluido también los creyentes en Cristo. Como se ve claramente en el vs. 16: “la promesa sea firme para toda su descendencia;  no solamente para la que es de la ley,  sino también para la que es de la fe de Abraham”.


Dejando aparte esta pequeña diferencia, el parecido entre ambos pasajes (Romanos 4 y Gálatas 3) es muy grande. En principio, cuando Pablo habla de“ley” en ambos pasajes debe estar pensando en lo mismo. Estamos viendo en romanos que Pablo utiliza la palabra ley con diversos significados. A veces significa Antiguo Testamento (3:21), otras veces principio o norma (3:27). Es bien posible que aquí esté pensando en el principio de la ley, que demanda perfecta obediencia, como nos enseña la Palabra en otra parte, en Romanos 10:5, o también Santiago 2:10; y que castiga sin misericordia el pecado allí donde éste se da (Romanos 6:23).
Pero en Gálatas 3, se está hablando del don de la ley, claramente como el don de los Diez Mandamientos en Sinaí. Claramente, al dar la ley de Dios en Sinaí, se estaba recordando también este principio de la ley, que fue el que fundó el Pacto de Dios con Adam en el Edén, el Pacto de las Obras. Entonces, Adam sí que lo podía guardar, sí que, en teoría, podía alcanzar la vida por la obediencia. Para nosotros eso ahora es imposible, pero la Palabra de Dios, por medio del apóstol Pablo, afirma que todavía hoy, si pudiera ser posible, la justicia y vida dependerían de la ley (Gálatas 3:21). La ley no admite excepciones y pide obediencia total y absoluta y, de cumplirlo, ciertamente uno tendría justicia y vida para siempre. Así que hemos de concluir que en Romanos 4, se está pensando en la ley en estos dos sentidos, como el don de la ley en Sinaí, que recordaba también este principio o norma de la ley del que hablamos.
Por otra parte, cuando Pablo habla de la “promesa” a Abraham de que sería heredero del mundo, claramente se trata de una promesa dada al Mesías, a la simiente de Abraham en Gálatas, es decir Jesucristo, quien sería el heredero de todas las cosas (cf. Hebreos 1:2). Cristo ya ha recibido todo poder y autoridad del Padre. Está sentado a la diestra de Él. Ejerce el dominio y el reino absoluto sobre todas las naciones, aun sobre todos aquellos que no lo reconocen y que están en rebelión contra Él. Todas las cosas han  de ser sometidas bajo el estrado de sus pies. Toda boca ha de confesar el nombre del Señor Jesús, para gloria de Dios Padre. Todo, por tanto, es Suyo. Él reina, es el Reyes de reyes y Señor de señores. Y nosotros reinamos con Él, en esperanza, sí, esperando el día en el que seremos manifestados con Él, juntamente con la gloria de Él. Recibiremos todo lo suyo, como nuestro también, puesto que Dios nos lo ha concedido en herencia, ya que se lo dio en herencia a Cristo, nuestra cabeza. Si sufrimos ahora con Él y por causa de Él, reinaremos con Él. ¡Aleluya!
Bien, pues esta promesa no fue hecha en el día del Sinaí. Como dice Gálatas 3, se la dio a Abraham 430 años antes del don de la ley en Sinaí. El principio por el cual se la dio es, pues, distinto. Es otro. Se trata de la justicia de Cristo. Se trata de la fe en Él. No es por la obediencia, no es por los méritos. Porque entonces, si fuera por la ley, esa promesa vendría a la nada. Sería vana. Pero nadie puede abrogar o anular las promesas de Dios (Romanos 9:6). El sólo pensarlo sería locura. Así pues, el cumplimiento de la promesa, depende de lo que Dios le dijo a Abraham, de lo que Dios le prometió a él (cf. Hebreos 6:13.19). Abraham lo creyó y le fue atribuido a justicia. Todo es, entonces, por fe. Este es, pues, el primer argumento. El segundo argumento nos lo encontramos en los versículos 14-16
“14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. 15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. 16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.”
El argumento, pues, está introducido en el vs. 14 por la palabra “porque”. En este versículo, la expresión los de la ley se refiere más bien a, precisamente, los legalistas. Principalmente, son judíos, o incluso pueden ser también los no-judíos que, como en el caso de los Gálatas, están influidos por ellos. En el principio del cap. 10, Pablo habla de los que no se sujetan a la justicia de Dios (que es por Cristo y por la fe), sino que quieren establecer la suya propia por las obras de la ley (Romanos 10:3). Pues bien, en Romanos 10:5 habla de la justicia de la ley. Esta expresión, “de la ley”, en griego es exactamente la misma que la de Romanos 4:14. Es por tanto, la misma idea.
Es como si Pablo dijera: “Si los legalistas tuvieran razón, si la justicia fuera por obras y méritos y tuviéramos que obtener la promesa por nuestros esfuerzos y obras, entonces vana resulta la fe”.
Pablo hace, pues, una afirmación: Si los legalistas tienen razón “vana resulta la fe y anulada la promesa”. Que la fe resulte “vana” se entiende, pues Pablo en este capítulo está contraponiendo continuamente la fe y la ley u obras. Si estás creyendo, pero al final resulta que no es por creer, sino que es por obras, entonces has estado creyendo en vano. Te vas a llevar una desilusión. Has perdido el tiempo. Lo debías de haber empleado en trabajar y conseguir la salvación por la ley.
Ahora bien, a continuación añade “anulada la promesa”. ¿Qué significa esto? ¿Por qué lo añade? Pues antes de contestarlo nosotros vamos a ver qué dice Pablo en los dos versículos siguientes, pues ahí se da la respuesta. A continuación, en el vs. 15, Pablo dice: “Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión”.
Yendo por partes, pues, cuando dice que la “ley produce ira”, claramente se piensa en la “ira de Dios”. Es una enseñanza que nos la encontramos por todas las partes en la Biblia, ¿verdad? En el Antiguo Testamento y en el Nuevo también. Simplemente basta con ver Efesios 2:1 y 3 “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados… y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”
La ley produce ira. ¿Por qué? Pues porque la ley da a conocer el pecado, lo muestra, lo denuncia. Si no hubiera ley de Dios en absoluto, no habría pecado, y por tanto, no habría ira de Dios. Pero como hay ley de Dios, hay ira de Dios. ¿Por qué? Pues porque no cumplimos con la ley, sino que la transgredimos. Pecamos. Somos pecadores.
Bien, pues si unimos lo que Pablo dice en estos dos versículos, ¿qué nos encontramos? “Si los legalistas tienen razón, anulada es la promesa. En vez de la promesa, ¿qué tenemos? Tenemos la ira de Dios”. Vemos, el argumento de Pablo es fuerte aquí. ¡Si es por la ley, entonces fuera la promesa y en su lugar, ira de Dios!
Aquí, por lo tanto, nos encontramos con un punto de extraordinaria importancia acerca del legalismo. El legalismo no sólo se opone a la fe en el sentido que busca la justificación y la vida por las obras y la ley. Es esto, está claro, pero no es sólo eso. El legalismo el problema que tiene además es que arruina la fe. En el momento en el que empiezas a mezclar las obras con la fe, en ese momento te cargas la fe. Arruinas la fe. ¿Por qué? Pues porque al mezclar las obras, entonces lo único que va a crecer es el conocimiento de tus propios pecados, la conciencia de tu propio pecado, y por lo tanto, de la ira de Dios en contra tuya.
¿Vemos la importancia de lo que dice Pablo aquí? Los cristianos legalistas no van a conseguir nunca tener una fe simple, pero firme, en las promesas de Dios. Su fe va a ser menguada siempre. Su fe va a estar tambaleante siempre. Las iglesias legalistas no van a conseguir que sus miembros tengan una fe fuerte, firme y estable en las promesas del Señor. El cristianismo legalista nunca va a conseguir esto. Por tanto, tampoco sabrá nada del gozo y de la paz del Señor, ni de la seguridad de la gracia y de la salvación. El evangelio, para ellos será una nueva ley. Van a tener siempre conciencia de pecado. Van a pensar que Dios siempre está en contra de ellos, que los tiene que echar de Su presencia. Van a tener miedo y temor siempre.
Y es por eso por lo que los legalistas nada entienden cuando hablamos de la justificación por la fe, ni de la seguridad de la gracia y salvación. Para ellos es imposible. ¿Por qué? Pues porque no son capaces de pensar en la justicia y la vida aparte de las obras. Por lo tanto, siempre han de estar en temor.
Y digo que este es el caso de la Iglesia papista. Pero digo también que no es sólo el caso de ellos. Es el caso también de muchos evangélicos, y precisamente de los que quieren permanecer más fieles a las verdades fundamentales del cristianismo. Pero no es sólo el caso de ellos, porque tengo que decir que incluso algunos de los que se dicen reformados, algunos que dicen seguir las doctrinas de la gracia. ¡Incluso ellos! Hay una especie de deleite en la idea de sentir todo el peso de tu propia maldad y pecado, así como la ira de Dios sobre tu propia cabeza. Y esto incluso es visto como señal de espiritualidad. Si no lo tienes esto, pues apenas dirán de ti que sabes algo del Señor y hasta puede que digan que todavía no estás regenerado o convertido.
Sin embargo, mira lo que dice aquí la Palabra: “la ley produce ira y esto anula la promesa, hace vana la fe”. Por tanto, no es este el lenguaje de la fe, ni el camino de la fe. La fe es otra cosa: es simplemente confiar en Dios, en la justicia fuera de ti, la justicia de Cristo. No mirar a ti, ver tus miserias y sentir la ira de Dios en contra tuyo. ¡La fe se centra en Cristo! ¡Eso es la fe!

La conclusión de Pablo en el vs. 16 es diferente: “Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia”. Por tanto, la promesa se obtiene por fe y es por gracia, no por obras, ni por obras mezcladas con gracia y fe. Es de esta manera que la promesa es firme. Y no hay otra manera.
Démonos cuenta de lo que dice: “para toda su descendencia”. Quien quiera que sea, provenga de los judíos o no. Habla, pues, de todos los creyentes en Jesús. Toda la descendencia de Abraham ha de tener una promesa firme, promesa de la herencia eterna y de la salvación. Y para tener la promesa firme –puesto que por parte de Dios ella siempre está en pie– por nuestra parte, pues, para que la promesa sea firme, es necesario tener una fe firme. Por tanto, TODA LA DESCENDENCIA DE ABRAHAM HA DE TENER UNA FE FIRME EN EL SEÑOR.
Has de buscar tener esa fe firme. Por tanto, no la mezcles con las obras. No hagas del principio de las obras parte del principio de la fe sino mas bien que tus buenas obras sean por los frutos del Espíritu Santo, el que conoce verdaderamente a Dios tendrá frutos dignos de su arrepentimiento y verdadera conversión al Señor. El principio de las obras es mirar a lo que uno ha hecho. El principio de la fe es mirar a lo que Dios ha hecho. Has de buscar tener esa fe firme, pero búscala fuera de ti. Búscala en el Señor. Y sólo en Él. Sólo por gracia, Sólo por Cristo y Solo por la fe. Que estos sean los que estén en tu corazón. Y en el de todos nosotros, por Su gracia inmerecida en Jesucristo.

LO QUE USTED DEBE SABER SOBRE EL LEGALISMO

Introducción
El legalismo se define como la aplicación de leyes y de reglamentos como medio para alcanzar la justificación o la santificación. El espíritu del legalismo se expone en las palabras siguientes del Apóstol Pablo:

Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Ro. l0:2-4 

El legalismo sigue modas al transcurrir el tiempo. En el primer siglo, el énfasis de los legalistas era sobre cuestiones de comida y observación de fiestas religiosas. Por eso Pablo tenía que tratar mucho con preguntas que surgían sobre estos temas. (Véase 1Cor.8 y 9 con Rom.l4) Pero en nuestros días, los legalistas enfatizan más las cuestiones de ropa, en particular de las mujeres.

Ejemplos de legalismo entre cristianos modernos son las leyes absurdas siguientes: Es pecado que la mujer lleve aretes; no debe cortarse el cabello; ni hombre ni mujer debe llevar joyas de oro; no hay que comer cerdo; los matrimonios no deben tener relaciones sexuales en los domingos.

El legalismo no se limita a estos ejemplos porque el legalista no carece de imaginación para inventar reglas humanas para quitar del cristiano su libertad en Cristo. El propósito de esta lección, en cambio, es aclarar al creyente la necesidad de un equilibrio bíblico entre la libertad de consciencia en Cristo con la obediencia al Espíritu de Dios.

La base psicológica del legalismo es una combinación peligrosa de la ignorancia con el orgullo espiritual. Aunque el legalista se imagina muy entendido en las escrituras, en realidad solo entiende algo de ellas, sin captar los grandes temas. No entiende bien la suficiencia del sacrificio de Jesús, la justificación por la fe, el proceso de santificación y la relación del cristiano con la ley divina. No obstante, el Legalista no vacila en juzgar a los demás por no conformarse con los criterios que el inventa. ¡Es interesante que él está preparado a obedecer a toda clase de reglamento excepto el de no juzgar a su hermano! Con buena razón Pablo les trata de insensatos, necios y débiles! (Gal.3:1; 3:3; Ro.14:1)

El legalismo es uno de los problemas espirituales más comunes en países Católicos. Se puede suponer que la causa de esto es la profunda influencia del Catolicismo con sus ritos, ceremonias y doctrina de salvación por méritos.

Segunda Parte: La justificación y la santificación 

Para entender la razón por la cual el legalismo es tan grave, es necesario comprender la Justificación y la Santificación.

La Justificación quiere decir “declarado justo". No significa "ser hecho justo". Es un decreto divino en que Dios nos declara legalmente aceptable ante Su ley. Incluye el perdón de pecados con la imputación del don de la justicia perfecta de Jesucristo. ("Imputación" significa, atribuirle a uno lo que pertenece a otro. Es decir, Dios atribuye al creyente, en un sentido legal, la perfección de Cristo.) La Justificación es un solo acto, no repetido e irrevocable. No es un proceso.

Esta doctrina está expuesta en capítulos importantes como Romanos 3, 4, 5, y Gálatas 3, 4 y también Ro.8:33. Simplemente quiere decir que Dios no acepta acusaciones legales en contra de sus hijos, porque los percibe como justos delante de Su ley por causa de Cristo. En vista de que no hay grados en la justicia perfecta De Cristo, es lógico que no pueden existir grados diferentes de justificación entre cristianos. El nuevo nacido en Cristo no es menos "justificado" delante de Dios que el más grande apóstol.

La Santificación, en cambio, es un proceso y significa, "ser hecho santo". La obra del Espíritu Santo en el creyente es enseñarle al creyente a conformarse con la justicia absoluta que tiene en el sentido legal por la Justificación. Aunque debemos aplicar todas las medidas disponibles para alcanzar a la santificación, las escrituras indican que nadie puede santificarse a sí mismo a causa de la debilidad de nuestra carne. (Ro.8:3-7) Por lo tanto, la santificación es una obra en que Dios es el autor y no el hombre. Es el fruto de la unión viva del creyente con Cristo, obrando desde adentro, y por este motivo no puede ser resultado de la aplicación de reglamentos exteriores humanos. (1Tes. 5:23; Heb. l3:20, 21; Jn.l5:4; Ga. 2:20; Ga. 5:22) 

¿Existen grados de santificación entre cristianos? Siendo un proceso que dura por toda la vida, la respuesta es SI. Unos son más santificados que otros.

Sin embargo, hay un sentido especial en que la Santificación es absoluta. Esto consiste en que Dios promete que se cumplirá infaliblemente la obra de santificación en el creyente, aunque no todos los creyentes lo logren completamente en esta vida. Esta promesa maravillosa está basada en la voluntad soberana, incambiable e irresistible de Dios, manifestada en la Cruz y aplicada por el Espíritu Santo a todo creyente. (Heb.l0:l0, l4, 1Tes. 5:23-24; Judas 24)

Tercera Parte: Análisis de Gálatas Capítulo 3  


Los Gálatas habían caído en el error de legalismo. Formaron una nación anti-cristiana, diciendo que el cristiano tenía que perfeccionarse por las obras de la ley después de haber aceptado a Cristo. Es decir, no entendieron que la justificación era TOTALMENTE por la fe, ni tampoco que la santificación era una obra divina interior y no obra humana de reglamentos exteriores.

Gálatas 3 Versículo 1 
En este versículo Pablo trata a los gálatas de "insensatos" por su legalismo. Aunque la palabra es fuerte, es apropiada, considerando que el legalismo contradice a las doctrinas esenciales del evangelio bíblico. Por decir, "quien os fascinó", Pablo se queja de la ceguera espiritual que acompaña al legalista. 

El legalista se imagina muy obediente a Dios por lo estricto de las leyes humanas que se impone. Pero Pablo, con las palabras, "para no obedecer a la verdad", demuestra que el legalista es desobediente.

En la última parte del versículo, Pablo presenta la crucifixión de Cristo como el punto de partida en su ataque. Había presentado la cruz de Calvario como todo suficiente para la salvación de los creyentes. El legalista, por añadir sus leyes, da a entender que la cruz es insuficiente que falta algo para completar la salvación. Es con mucha razón que Pablo les trata de insensatos!

Versículos 2-5
El segundo punto de ataque es el ministerio del Espíritu Santo en el creyente. Por cinco preguntas retóricas Pablo revela que el Espíritu trabaja en nosotros POR LA FE y no por leyes. En Versículo 3, usa otro nombre para expresar su disgusto con los legalistas...."necios". Por las dos preguntas de este versículo, Pablo expone el criterio erróneo del legalista, de que aunque la salvación sea por el Espíritu de Dios, la perfección depende del hombre.

Por la pregunta del versículo Pablo indica que el legalismo puede dañar la obra de gracia en el creyente. "Tantas cosas habéis padecido en vano?" Después de haber sufrido la persecución por causa del evangelio de gracia, los Gálatas corrían el peligro de recaer en los mismos criterios humanos de sus perseguidores. Hasta los mismos dones espirituales y milagros se manifestaban en ellos por la fe. Con la pregunta del versículo 5, Pablo les hace ver la contradicción con el legalismo.

Versículos 6-18
La vida de Abraham era un ejemplo preferido de Pablo para explicar la doctrina de Justificación por la fe. (Ver Romanos 4) Versículo 6 es una citación de Gen.l5:6. Es uno de los pasajes preferidos de los apóstoles, usado unos 5 veces en el Nuevo Testamento. Este versículo subraya que La ley de Moisés vino 430 años después. Y Dios justificó a Abraham por la fe. Así, la tercera doctrina que entiende mal el legalista es la Justificación por la fe. 

Al decir, "le fue contado por justicia" no significa que su fe fue aceptada EN LUGAR de justicia, porque la fe no es sustituida por la justicia. Significa que la fe era el medio que Dios uso para comunicarle Su justicia. (Esto se demuestra en la gramática del texto griego original.)

Un contraste entre bendición y maldición se expone en V.9-10. Los de la fe son benditos. Los de la ley son malditos.

Los Versículos 15-18 revelan uno de los puntos más importantes en la Teología Bíblica: El Pacto con Abraham Génesis l2. A este pacto lo llamamos el Pacto de Gracia, porque era un pacto sin condiciones. Abraham no hizo nada para merecer el pacto. Dios sencillamente le escogió para bendición, sin méritos. El legalista no sabe que el Pacto con Abraham es incondicional. Pablo indica aquí que todo creyente en Cristo goza del mismo Pacto que Dios hizo con Abraham.

Versículo 19-29
Sin embargo, no podemos decir que la ley no sirve para nada. Sirve para instruir al Cristiano en lo que es pecado y justicia. Aunque la ley no justifica, necesitamos una medida para saber que somos pecadores y que necesitamos un salvador. Por lo tanto es un error el suponer que la ley no le sirve para nada al Cristiano. Aunque no sirve como medio de justificación, sirve todavía como definición de las palabras "justicia" y "pecado", haciéndonos ver nuestro estado perdido sin Cristo. La ley también sirve para evitar que los hombres inventen su propio criterio tocante a lo que es bueno y malo.

En este último punto se manifiesta más el error legalista. Así no somos justificados por la ley divina, cuanto menos por los reglamentos humanos.

Cuarta Parte: Análisis de Col. 2:20-23
Estar muerto con Cristo significa un cambio total en prioridades y perspectivas. Estamos muertos al mundo en el sentido de que las cosas materiales del mundo tienen poco significado para el creyente. Resucitado con Cristo (col. 3:1) indica que lo más importante para el Cristiano son las cosas espirituales. Lo espiritual cuenta más que lo material, lo celestial que lo terrenal, lo interior que lo exterior.

La pregunta que Pablo hace en V.20 subraya una contradicción en la vida del legalista. Si realmente lo espiritual importaba al legalista, porque inventa preceptos tocante a cosas exteriores? Si está muerto al mundo, porque se ocupa de cuestiones materiales? Todas estas cosas están "en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres". Lo inútil de un enfoque materialista se revela en lo siguiente: "...todas estas cosas se destruyen con el uso." V.22 Es decir, cuando comemos algo, se descompone. La ropa se gasta al usarla. Pero las cosas divinas duran para siempre. 

El mundo está impresionado con lo estricto en una religión. Pero eso no le interesa a Dios. En la India hay hombres Hindúes que andan a pie de aldea en aldea, devotos, mal vestidos, viviendo de limosnas, durmiendo en el suelo, aguantando el calor del día y el frío de la noche. Muy devotos. Muy estrictos. Pero son muy espirituales por eso? En realidad son idólatras, devotos a dioses falsos. Van rumbo al infierno.

Es verdad que frente al mundo, y a cristianos indoctos, el legalismo tiene "cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo". Pero qué valor tiene respecto a dominar los malos deseos? Para saber esto, lea V.23. 

Básicamente, el legalista tiene dos enfoques erróneos que Pablo revela en Col. 2:20-23:

Primero, se ocupa demasiado en cosas exteriores, sin entender la unión interior del creyente con Cristo. Segundo, cree que ser estricto es ser espiritual.

Quinta Parte: Análisis de Romanos Capítulo 14 
La Libertad Cristiana y Sus Límites

Tarea: Lea Romanos 14 cuidadosamente

La libertad en Cristo no es libertinaje. En Romanos l4, Pablo nos da el otro lado de la moneda respecto a la cuestión de la libertad. Sí, hay límites. Pero estos límites no son reglamentos, sino principios básicos para mantener buenas relaciones entre cristianos. En este capítulo se ve cinco de estos límites. 

1.   Al legalista se le define como un hermano débil. V.1-3

2.   Debemos evitar juzgarnos los unos a los otros en asuntos menores. V.4-13

3.   El pecado no existe en cosas materiales, sino en los corazones y actitudes de los hombres.         V.l4, 20

4.   Servicio mutuo en amor es el principio básico en  relaciones cristianas. V. l5-20

5.   La limitación de conciencia, sea de uno mismo o de un hermano débil. V.21-23

Aunque cuestiones de comida y de días de fiesta son de menos importancia para cristianos de hoy, no obstante, los principios básicos que Pablo expone aquí sirven para toda /cuestión de moralidad en asuntos secundarios.

Note: Pablo dice que debemos evitar "ofender" a otros hermanos, v.2l. Que quiere decir ¿"ofender"? ¿Significa cualquier cosa que desagrada a otro hermano? La respuesta es NO. La palabra "ofender" en griego es SKANDALIZOMAI, que significa, "Provocar a alguien a pecar". El mero hecho de que algún hermano no está conforme con lo que comes no le da el derecho a imponerte restricción alguna. Mientras que lo que tú comes no es causa para que el hermano peque, él no tiene derecho de imponerte ninguna restricción. Cuando un hermano hace que el otro se salga de la gracia divina de Dios haciéndole entender que la justificación es por medio de obras, entonces ese hermano ha apartado de la fe cristiana al otro hermano. Al añadirle a las obras humanas medio de justificación aparte de la obra de redención de Jesucristo no es correcto. Como por ejemplo decir que aunque tu hayas nacido de nuevo, pero por usar joyas o maquillaje, comer cerdo, cortarte el cabello no bautizarte en agua, tú no serás salvo. otros llegan a un extremo de decir que si tu estas usando joyas de oro o de cualquier tipo en el momento que acontezca el arrebatamiento no te iras aunque estés preparado para ese momento, las joyas te impedirán irte, eso no es  bíblico eso es una HEREJIA y solo los incautos caen en trampas legalistas del diablo. El legalismo Contradice las escrituras.  

Preguntas hipotéticas sobre Romanos 14
Abajo hay tres ejemplos de problemas que pueden surgir entre Cristianos. Contesta a la pregunta "SI" o "NO" después de cada ejemplo y explique, a base de esta lección, porque Ud. contesta así.

Primer Ejemplo: Al hermano Juan le gustaba mucho la cacería. Pero al hermano Jorge le desagradaba la idea de ir al campo y matar animales por deporte. Jorge le dijo a Juan un día, "viste que la cacería me ofende, tú no puedes ir de casería porque en Romanos l4:21 dice que no puedes hacer lo que ofende a tu hermano." ¿Tenía Jorge razón en decir esto? ¿Debe Juan ABANDONAR su deporte preferido a causa de esto?

Segundo Ejemplo: A la Hermana Juanita le gusta llevar aretes. Pero Hermana Josefina cree que es PECADO hacer eso. ¿Debe Juanita explicarle a Josefina acerca del uso de las joyas en la biblia para quitarle este criterio?

Sexta parte: Problemas específicos en el legalismo moderno 

Los legalistas sacan versículos de la Biblia para justificar sus criterios. Esos versículos son por regla general malinterpretados, tomados fuera de contexto o explicados con razonamiento superficial. Vale la pena estudiar algunos de estos versículos.

Los pantalones de mujer
Unos dicen que es pecado que la mujer se vista con pantalones. Basan esto en Deuteronomio 22:5 que dice: 

"No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace." 

El argumento sigue así:   El pantalón es ropa para hombre. La mujer no debe llevar ropa de hombre. Por lo tanto, la mujer no debe llevar pantalón.

El error lógico aquí se encuentra en la primera frase, "el pantalón es para hombre." Esto es falso porque no todos los pantalones son hechos para hombres. Hay pantalones hechos para mujer. Claro que la mujer no debe llevar los pantalones de hombre. No le quedan. Son cortados de manera distinta. Si, pues, una mujer lleva pantalones hechos para mujer, no está llevando ropa de hombre. Si una mujer que desea agradar a Dios y desea usar pantalones lo mas apropiado es que estos deben ser enfocados al pudor y la modestia, no deben ser provocativos ni mucho menos ajustados. Aquí juega mucho el sentido común. A manera personal yo juzgo  las prendas de vestir y establezco la mas modestas para usar, es decir si veo en mi mano derecha unos Jeans y en la otra una falda (en el sentido decorosa) pues me doy cuenta que debo escoger una de las dos prendas y es aquella que sea menos seductora. en este caso siempre me he ido por las faldas, no como una ley o reglamento legalista y extremista sino como una opción de decoro y modestia. Cada mujer nacida de nuevo a nivel personal debe saber que ropa vestir para agradar a nuestro Señor.

Llevar joyas de oro
Esto se base en 1Ped. 3:3 que dice: 

Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de  adornos de oro o de vestidos lujosos. 

A base de esto, algunos dicen que es pecado que la mujer lleve aretes u otras joyas. Algunos incluyen en esto al anillo matrimonial que llevan los hombres.

La frase, "adornos de oro" en el Griego original es PERITESIS. La parte PERI quiere decir "alrededor", y TESIS es "puesto". El PERITESIS significaba los hilos de oro que las mujeres ricas usaban para envolver sus peinados ostentosos. Así, pusieron el oro alrededor de su peinado para guardarlo en su sitio. A veces ataban joyas, (perlas por ejemplo) en su peinado también. (A eso Pablo también se refería en 1Tim. 2:9) Era una costumbre nacida en Roma con mujeres ricas y vanidosas.

Pedro estaba diciéndoles a las mujeres cristianas que no debían copiar las modas extravagantes del mundo, sino de copiar el ejemplo de mujeres de Dios que se enfocaban en lo interior, lo del corazón. El apóstol Pedro no está prohibiendo el uso de joyas sino que su mensaje principal dicho de otra manera es: MUJER DE DIOS, QUE LO QUE TE IDENTIFIQUE A TI COMO CRISTIANA NO SEAN LAS JOYAS DE ORO Y LA OSTENTACIÓN EXTERNA, SINO EL DE UN CORAZÓN HUMILDE Y AFABLE QUE ES LO MAS IMPORTANTE. El apóstol prosigue con la frase: Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios. ¿Cuáles eran esas mujeres? Sara, Rebeca, Raquel etc.. ¿Estas mujeres usaron joyas de oro y en general? CLARO QUE SI. El uso de joyas no fue el centro del mensaje que Pedro intentó explicar. Pedro quiso rescatar lo más importante de estas mujeres que aunque estas mujeres usaban joyas, para ellas eso no fue lo más importante sino que lo más importante era lo interno, lo puro,  el respeto para con sus esposos, la humildad y demás virtudes que son características de una mujer de Dios.

LOS AUTÉNTICOS COSMÉTICOS
1 Pedro 3:3-6 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.
1Timoteo 2:9-10  Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.

Bengel habla del «trabajo que se dedica al vestido, que consume tanto tiempo.» Eso no es exclusivo de nuestro tiempo. Ya hemos visto que en el mundo antiguo las mujeres no tomaban ninguna parte en la vida social; no se dedicaban a nada, razón por la cual se comentaba a veces que se les tenía que permitir el interés en vestidos y cosméticos. Catón el Censor insistía en la sencillez; Lucio Valerio le contestaba: «¿Por qué tienen los maridos que escatimarles a sus mujeres los adornos y la ropa? Ellas no pueden tener cargos públicos, ni religiosos, ni ganar premios. No se pueden ocupar en nada. ¿Qué van a hacer sino dedicar su tiempo a los ornamentos y los vestidos?» Un interés desmesurado en el propio embellecimiento ya era entonces, como ahora, señal de que la persona no tenía otras cosas más importantes en que ocuparse. Los antiguos moralistas condenaban no menos que los maestros cristianos el lujo excesivo. Quintiliano, el maestro de la oratoria latina, escribió: < Un vestido de calidad y buen gusto, como nos dice el poeta griego, añade dignidad a la persona que lo lleva; pero un atuendo afeminado y lujoso no adorna el cuerpo de veras, y no hace más que revelar la sordidez de la inteligencia.» El filósofo Epicteto, pensando en la vida mezquina a la que se veían condenadas las mujeres en el mundo antiguo, decía: «En cuanto tienen catorce años, los hombres las llaman "damas". Así que, cuando se dan cuenta de que no valen para nada más que para compartir la cama con los hombres, empiezan a embellecerse y a poner todas sus esperanzas en ello. Por tanto, vale la pena tomarse la molestia de hacerles comprender que lo que las hace verdaderamente respetables es que sean modestas y se hagan respetar.» Epicteto y Pedro están de acuerdo. Hay por lo menos un pasaje del Antiguo Testamento en el que se hace una lista de las distintas piezas de ornamentos femeninos y se amenaza con el día del juicio en que serán destruidos. Se encuentra en Isaías 3:18-24: «Las redecillas, las lunetas, los collares, los pendientes y los brazaletes, las cofias, los atavíos de las piernas, los partidores del pelo, los pomitos de olor y los zarcillos, los anillos y los joyeles de las narices, las ropas de gala, los mantoncillos, los velos, las bolsas, los espejos, el lino fino, las gasas y los tocados.» En el mundo de los griegos y los romanos es interesante coleccionar las referencias a los adornos personales. Había tantas maneras de arreglar el cabello como abejas en Hybca. El pelo se rizaba y teñía, a veces de negro pero más frecuentemente de rubio. Se llevaban pelucas, sobre todo rubias, que se encuentran hasta en las catacumbas cristianas; el pelo del que se fabricaban se importaba de Alemania, y hasta de la India. Sujetadores de pelo, peinetas, horquillas y peines se hacían de marfil o de boj, y de concha de tortuga; a veces también de oro con joyas engastadas. La púrpura era el color favorito para la ropa. Una libra (algo menos de medio kilo) de la mejor lana púrpura de Tiro, colada dos veces, costaba 1,000 denarü. (Recuérdese para calcular el equivalente actual que el denario era el sueldo de un día). Un chaquetón tirio de la mejor púrpura costaría más del doble de esa cantidad. Las sedas, perlas, aromas y joyas que se importaron de la India en un año costaron unos 250,000,000 de pesetas. Otras importaciones similares venían de Arabia. Diamantes, esmeraldas, topacios, ópalo y sardónices eran las piedras preciosas favoritas. Struma Nonius tenía un anillo valorado en unos 5,000,000 de pesetas. Las perlas eran lo que más se apreciaba. Julio César le compró a Servilia una perla que le costó unos 15,000,000 de pesetas. Se hacían pendientes de perla, y Séneca habla de mujeres que llevaban dos o tres fortunas colgando de las orejas. También se usaban incrustadas en zapatillas; Nerón hasta tenía una habitación con las paredes cubiertas de perlas. Plinio vio a Lollia Paulina, la mujer de Calígula, con un vestido tan cubierto de perlas y esmeraldas que había costado unos 100,000,000 de pesetas. El Evangelio vino a un mundo en el que se combinaban el lujo y la decadencia. En vista de todo esto, Pedro insiste en las gracias que adornan el corazón, que son las que Dios aprecia. Esas eran las joyas que adornaban a las santas mujeres de antaño. Isaías había llamado a Sara la madre del pueblo fiel a Dios (Isaías 51:2); y si las esposas cristianas se adornaban con las mismas gracias de modestia, humildad y castidad, eran también sus hijas en la familia del pueblo fiel de Dios. Una mujer cristiana de aquellos tiempos vivía en una sociedad en la que estaría tentada a toda clase de extravagancias insensatas, y por el miedo a los caprichos de su marido pagano; pero había de vivir para el servicio generoso, en bondad y confianza serena. Ese sería el mejor sermón de evangelización que le podría predicar a su marido. Hay pocos pasajes en los que se subraye más claramente el valor de una vida cristianamente hermosa. La idea principal de estos dos apóstoles no fue prohibirles usar joyas a las damas sino más bien que eso no fuera lo más importante en sus vidas.

Atavio griego Kosmeo, un poco de historia

*Atavío de las mujeres *atavío(De ataviar).
1. Compostura y adorno.
2.vestido (prenda o conjunto de prendas con que se cubre el cuerpo).
3. pl. Objetos que sirven para adorno.

Apo 21:2  Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

Dos mil años atrás, los griegos, hablaban del cabello como de una corona natural, y de la piel como el vestido real del cuerpo. A ellos les agradecemos la palabra cosmética, que viene de la raíz kosmeo y significa recuperación del equilibrio y de la armonía. Cuando existe un equilibrio interno, la belleza armoniosa se manifiesta. Los desequilibrios pueden corregirse a menudo con la aplicación de cosmética natural. Podemos considerar los cosméticos como una parte de nuestros recursos o herramientas para mantener o recuperar la armonía corporal. Son parte de la naturaleza: fluyen de los ríos, brotan de las montañas, y se encuentran en los bosques. El arte de prepararlos forma parte de su encanto.

Como en la cocina, hay miles de recetas que nos pueden ayudar a alimentar nuestra piel. Tenemos que buscar la que mejor nos nutra y jugar a variar de vez en cuando. La cosmética ayudan a la piel a encontrar su equilibrio y a nuestra alma a recuperar su tranquilidad.Tenemos que reservar un poco de cariño para nuestro cuerpo y mente.

 Mujeres no pueden hablar en la iglesia
En 1Cor. l4:34-35 leemos: 

Vuestras mujeres callen en las congregaciones porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación. 

Algunos, por motivos insuficientes, interpretan la palabra "hablar" como equivalente a "predicar". Permiten sin ningún recelo que las mujeres oren en voz alta, que se saluden entre sí o que corrijan a sus niños. Pero todas estas actividades son formas de hablar también. Porque limitar la palabra "hablar" de esta manera? Más, si Pablo quería decir que la mujer nunca puede predicar, porque no uso la palabra "predicar" en lugar de "hablar"?

Todo se pone en claro cuando entendemos que la palabra griega que Pablo uso, (LALEIN), puede ser traducida en "conversar". Las mujeres no deben conversar entre sí, sino estar atentas al culto. Si no entienden un punto, deben guardar sus preguntas para después y no discutir el asunto entre ellas, porque esto estorba al culto. La cuestión de predicas por mujeres sencillamente no tiene nada que ver con lo que Pablo dice aquí.

Pero, ¿qué de 1Tim. 2:11-12? 

La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. 

Un poco de gramática es necesario para entender bien estos versículos.
No quiero profundizar en ellos en esta entrada, si lo desea vea las entradas anteriores en las que he publicado este tema a profundidad. Les sorprenderá.

Resumen general 

Hemos visto que el legalismo está basado en una combinación peligrosa de ignorancia con orgullo espiritual. Esta ignorancia se refiere especialmente a las doctrinas de la suficiencia de la Cruz, la Justificación por la fe, la Santificación, el papel de la ley divina en la vida del Cristiano y la naturaleza de su unión como creyente con Cristo.

La actitud principal de los legalistas es juzgar a otros Cristianos. Así, el legalista transgrede el mandamiento divino respeto a no juzgarle al prójimo en lo de cuestiones de conciencia personal.

El Cristiano sabio no le permitirá al legalista imponerle sus leyes. No obstante, el Cristiano siempre andará en amor, buscando lo que corresponde a la paz, la santificación y al amor entre hermanos.

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